"Haced penitencia, es decir, enojaos con vosotros mismos por los pecados cometidos y dejad de pecar en adelante. Lo que decís en vuestros corazones, se sobrentiende, decidlo, para que la sentencia sea completa. Esto es, lo que decís en vuestros corazones decidlo; a saber, no seáis el pueblo de quien se dijo: Me honra con los labios, mas su corazón está muy lejos de mí. Compungíos en vuestros lechos: esto es, lo que ya se escribió, en vuestros corazones. Estos son los recintos secretos de los cuales amonesta el Señor que, cerradas las puertas, oremos dentro de ellos. Compungíos, o se refiere al dolor de la penitencia, a fin de que el alma, castigándose, se mueva a dolor a sí misma, para que no sea atormentada al ser juzgada en el juicio de Dios"
(Comentario al salmo 4, 6).
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