"Oye cómo fuiste amado cuando no eras amable; oye cómo eras amado cuando eras torpe y feo; antes, en fin, de que hubiera en ti cosa digna de amor. Fuiste amado primero para que te hicieras digno de ser amado. Pues bien, Cristo, dice el Apóstol, murió en beneficio de los impíos. ¿Acaso merecía el impío ser amado? Te ruego me digas qué merecía el impío. —La condenación, respondes tú. —Pues, con todo eso, Cristo murió por los impíos. Ahí ves lo que hizo por ti cuando impío; ¿qué reserva para el pío? ¿Qué se hizo a favor del impío? Por los impíos murió Cristo. Tú, que deseabas poseerlo todo, ahí tienes modo de hallarlo todo"
(Sermón 142, 5).
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