Celebremos diariamente la Pascua
Toda la enseñanza para obtener nuestra paz está en aquel por cuyas llagas hemos sido sanados.
Por tanto, amadísimos, celebremos diariamente la Pascua meditando asiduamente todas estas cosas.
La importancia que concedemos a estos días no debe ser tal que nos lleve a descuidar el recuerdo de la pasión y resurrección del Señor cuando cada día nos alimentamos con su cuerpo y sangre; con todo, en esta festividad el recuerdo es más brillante; el estímulo, más intenso, y la renovación, más gozosa, porque cada año nos coloca, como ante los mismos ojos, el recuerdo del acontecimiento.
Celebrad, pues, esta fiesta transitoria y pensad que el reino futuro ha de permanecer por siempre.
Si tanto nos llenan de gozo estos días pasajeros en los que recordamos con devota solemnidad la pasión y resurrección de Cristo, ¡qué dichosos nos hará el día eterno en que le veremos a Él y permaneceremos con Él, día cuyo solo deseo y expectación presente ya nos produce alegría!" (Sermón 229D, 2).
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