“Abundantísima es la misericordia y amplio el amor de quien nos redimió con la sangre de su Hijo cuando nada éramos a causa de nuestros pecados. Fue ya una gran cosa la que hizo cuando creó al hombre a su imagen y semejanza. Mas, puesto que nosotros al pecar quisimos aniquilarnos y heredamos de nuestros padres la herencia de la mortalidad y nos convertimos en una masa de pecado, masa de ira, Él tuvo a bien redimirnos por su misericordia a precio tan alto. Entregó por nosotros la sangre de su Hijo único, quien nació, vivió y murió inocentemente. Quien nos redimió a precio tan elevado, no quiere que perezcan aquellos a quienes compró. No los compró para que se pierdan, sino para vivificarlos. Si nuestros pecados nos abruman, Dios no olvida lo que pagó por nosotros, es decir, un precio muy alto. Pero no nos halaguemos mucho con su misericordia si no nos hemos esforzado en la lucha contra nuestros pecados" (Sermón 22, 9).
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