"Vuestra caridad ha escuchado al mismo tiempo que yo el santo Evangelio. Quiera el Señor ayudarme para que, al hablaros del capítulo que hemos leído, lo que os diga sea adecuado para vosotros y fructifique en vuestras costumbres. Todo el que escucha la palabra de Dios debe pensar que acontecerá lo que en ella escucha. No busques alabar con la lengua la palabra de Dios y despreciarla con la vida. Lo que dice se siente suave cuando se escucha; ¡cuánto mayor será esa suavidad una vez realizado!"
(Sermón 53A, 1).
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