"Mis fuerzas, hermanos, son escasas, pero son grandes las de la palabra de Dios. Demuestre su poder en vuestros corazones. Por lo tanto, lo que yo digo despacio lo habréis oído bien si obedecéis. Como por medio de una nube, el profeta Isaías, tronó el Señor. Si le oísteis, sin duda os habéis asustado. Lo dijo claramente, de modo que estas cosas no necesitan quien las explique, sino quien las cumpla.¿Para qué me sirve la multitud de vuestros sacrificios? ¿Quién solicitó esto de vuestras manos? Dios nos busca a nosotros mismos, no nuestras cosas. El sacrificio del cristiano es el socorro del pobre"
(Sermón 42, 1).
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