"Es conveniente que os exhortemos a no ser sólo oyentes de la palabra, sino también cumplidores. ¿Quién, por el hecho de que os hablamos frecuentemente, sin parar mientes en nuestra obligación, no nos juzga cuando lee: Sea todo hombre rápido para escuchar y lento para hablar? Ved que la preocupación por vosotros no nos permite cumplir esta regla. Debéis, pues, orar y levantar a quien obligáis a ponerse en peligro. Con todo, hermanos míos, voy a deciros algo a lo que quiero que deis crédito, porque no podéis verlo en mi corazón. Yo, que tan frecuentemente os hablo por mandato de mi señor y hermano, vuestro obispo y porque vosotros me lo pedís, sólo disfruto verdaderamente cuando escucho"
(Sermón 179, 2).
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