Alegra mi Alma

"Pero qué, ¿hemos de desesperar del género humano y hemos de decir que ya ha de ser condenado todo hombre a quien orando se le hubiese introducido furtivamente algún pensamiento y le hubiese interrumpido su oración? Si dijésemos esto, hermanos, no veo qué esperanza ha de subsistir. En fin, como tenemos la esperanza puesta en Dios, ya que es grande su misericordia, digamos: Alegra el alma de tu siervo, porque a ti, ¡oh Señor!, elevé mi alma. ¿Cómo la elevé? Como pude; como me ayudaste tú; como pude contenerla cuando huía. Se apartó de ti porque cuantas veces te presentaste ante mí, y juzga que habla Dios, pensaste tantas cosas vanas y superfluas, que apenas me dirigiste una oración fija y constante. Porque tú, ¡oh Señor!, eres suave y afable: eres afable  tolerándome. Por enfermedad decaigo; cura y permaneceré; consolida  me afianzaré. Hasta tanto que hagas esto, me toleras porque eres suave, ¡oh Señor!, y afable" 
(Comentario al salmo 85, 7).    

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