Dar un vaso de agua

"Suponte que un hombre no tiene siquiera dos ochavos. ¿Hay algo más vil que podamos sembrar para recoger aquella mies? Lo hay. Cualquiera que diere un vaso de agua fría a título de discípulo, no perderá su recompensa. Un vaso de agua fría se consigue por menos de dos ochavos, no cuesta nada. Sin embargo, aunque no vale nada, uno lo tiene y otro carece de él. Si el que lo tiene lo diese al que carece de él, dio tanto, si dio de corazón lo que dio, cuanto dio la mujer dando los dos ochavos, cuanto dio Zaqueo dando la mitad de sus bienes. No añadió sin motivo de agua fría, declarando por esto que es pobre. Dijo un vaso de agua fría para que nadie se excuse de darlo por no tener leña para calentar el agua. Cualquiera que diese un vaso de agua fría a uno de mis pequeñuelos, no perderá su galardón. ¿Y si no tiene ni esto? Esté tranquilo; si carece de esto, paz en la tierra a los hombres de buena voluntad. Tema únicamente tenerlo y no darlo. Si lo tiene y no lo da, se congeló interiormente; aún no han sido desatados o disipados sus pecados como el torrente con el austro, porque su voluntad está helada. ¿Qué valen los bienes que poseemos? Teniendo un deseo ardiente, disuelto por el calor del austro, aunque no tenga nada, se le computa como dueño de todo"
 (Comentario al salmo 125, 12).    

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