Practicar la misericordia

"Hermanos míos, cuantos vais a regresar a vuestras casas sin que, a partir de este momento, volvamos a vernos, a no ser quizá en alguna otra fiesta solemne, practicad la misericordia, puesto que los pecados son abundantes. No hay otro descanso ni otro camino para llegar a Dios, para reintegrarnos a él, para reconciliarnos con aquel a quien hemos ofendido con gran peligro para nosotros. Hemos de llegar a su presencia; sean nuestras obras las que hablen allí en favor nuestro, y hablen de tal manera que venzan a nuestras ofensas. Se merecerá el castigo o el descanso según que sean más numerosos los pecados o las buenas obras. En la Iglesia hay dos clases de misericordia: una es tal que no conlleva gasto de dinero ni tampoco fatiga; otra que requiere de nosotros o bien el servicio de la acción o bien gasto de dinero. La que no nos exige ni dinero ni fatiga radica en el alma, y consiste en perdonar a quien te ofendió. Para dar esta limosna tienes el tesoro en tu corazón: allí te entiendes directamente con Dios"
 (Sermón 259, 4).    

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