Ven tú, ladrón, amonesta a los discípulos.
¿Por qué habéis perdido la esperanza por haberle visto crucificado, por haberle contemplado colgado, por haberle considerado débil? Así lo reconoció el ladrón, pendiente de la cruz también, creyendo al instante en aquel compañero de suplicio; vosotros, en cambio, habéis olvidado al autor de la vida. Llámalos, ¡oh ladrón!, desde la cruz; tú, criminal, convence a los santos. ¿Por qué a ellos? Nosotros esperábamos que iba a redimir a Israel. ¿Por qué el ladrón? Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Esperabais, pues, que Él iba a redimir a Israel. Si Él va a redimir a Israel, vosotros habéis caído; pero Él levanta, no abandona.
Quien se convirtió en vuestro compañero de camino, se hizo para vosotros camino"
(Sermón 236A, 4).
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