El Espíritu nos hace gemir

“El gemido es propio de las palomas, como todos sabéis, y es gemido de amor. Oíd lo que el Apóstol dice, y no os cause extrañeza que el Espíritu Santo haya querido mostrarse en forma de paloma. No sabemos, dice, pedir en la oración lo que nos conviene; mas el mismo Espíritu pide por nosotros con gemidos inefables. ¿Cómo, mis hermanos, se puede decir que el Espíritu gime, siendo así que goza con el Padre y el Hijo de una perfecta y eterna felicidad? Porque el Espíritu Santo es Dios, como es Dios el Hijo y es Dios el Padre. He dicho tres veces Dios, no tres dioses; mejor es decir tres veces Dios que tres dioses, ya que el Padre y el Hijo y el Espíritu Santo son un único Dios, como es bien sabido de vosotros. El Espíritu Santo no gime, pues, en sí mismo ni dentro de sí mismo en aquella Trinidad, en aquella felicidad, en aquella eternidad de sustancia; gime en nosotros, porque nos hace gemir” (Comentario al evangelio de Juan 6, 2).

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