"Observad los amantes deshonestos y lascivos; ved si un hombre lascivo y perverso no se viste de forma contraria a sus gustos por amor de una mujer; observad si en su vestir contradice los gustos de su amada, o se acicala de forma distinta a como a ella le agrada. Si ella le dijera: «No quiero que lleves tal birro», no lo llevará; si en invierno le dice: «Me gustas vestido con la lacerna», prefiere temblar de frío a disgustarla. ¿Acaso puede condenarlo ella si la desagrada? ¿Puede acaso mandarlo a la cárcel o entregarlo a los verdugos? Sólo teme una cosa: «No te volveré a ver»; sólo esto le hace temblar: «No volverás a ver mi cara». Dice esto la mujer impúdica y se aterroriza; ¿y no se aterroriza diciéndolo Dios? Sin duda alguna, pero sólo si le amamos"
(Sermón 161, 10).
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