“El mundo fue hecho por el Señor, y el mundo no le conoció. ¿Qué mundo es el hecho por él y qué mundo no le conoció? El mundo, desde luego, que no le conoció no es el mundo hecho por él. ¿Qué mundo es el hecho por él? El cielo y la tierra. ¿No le conoció el cielo, si se oscureció en la pasión? Pero no le conoció el mundo cuyo soberano es aquel de quien se dijo: Ya viene el príncipe de este mundo, aunque ningún poder tiene sobre mí. Mundo se llama a los hombres malos; se llama también mundo a los hombres sin fe, y recibieron ese nombre de lo que aman. Amando a Dios, nos hacemos dioses; luego amando al mundo, se nos llama mundo”
(Sermón 121,1).
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