"¿Qué otra cosa es tener la altura, sino pensar en Dios y amarle a él? Amar gratuitamente a ese Dios que nos ayuda, que nos contempla, nos corona y otorga el premio, y, finalmente, considerarle a él mismo como el premio y no esperar de él otra cosa que a él mismo. Si amas, ama gratuitamente; si amas en verdad, sea él la recompensa que amas. ¿O acaso consideras todo valioso y, en cambio, te parece vil quien hizo todas las cosas?"
(Sermón 165, 4).
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