Por tanto, a fin de curar este vicio se dice en persona del mismo profeta: Levántate, ¡oh Dios!, juzga la tierra. La tierra se pavoneó al crucificarte; levántate de entre los muertos y juzga la tierra. Porque tú aniquilas en todas las naciones. ¿Qué? La tierra. Es decir, a aquellos que tienen sentires terrenos; ya destruyendo en los creyentes la soberbia y el afecto de la terrena codicia; ya separando a los incrédulos, tierra que ha de ser destruida y aniquilada. Así, mediante sus miembros, que tienen el trato en el cielo, juzga a la tierra y destruye en todas las naciones. No ha de pasarse por alto lo que algunos códices escriben: Porque tú heredarás en todas las naciones. Esto no se toma incongruentemente ni se opone en algo a que puedan entenderse ambas cosas. Su heredad se consigue por la caridad, la cual, perfeccionada misericordiosamente con su preceptos y gracia, destruye la codicia terrena
(Comentario al salmo 81, 7).
No hay comentarios:
Publicar un comentario