“Vosotros sois el cuerpo de Cristo y sus miembros. Si así se aman los miembros que tienen su cabeza en la tierra, ¡cómo deben amarse aquellos que la tienen en el cielo! Es cierto que tampoco se aman si se apartan de su cabeza; pero cuando esa cabeza de tal manera lo es, de tal manera ha sido exaltada al cielo y de tal manera colocada a la derecha del Padre, que, no obstante, se fatiga aquí en la tierra; no en sí, sino en sus miembros, hasta el punto de decir al final: tuve hambre, tuve sed, fui huésped cuando se le pregunte: ¿Cuándo te vimos hambriento o sediento?, como si respondiera: «Yo estaba en el cielo en cuanto cabeza; pero en la tierra los miembros tenían sed» —para concluir dice: cuando lo hicisteis a uno de mis pequeños a mi me lo hicisteis; y, a su vez, a los que nada hicieron: cuando no lo hicisteis a uno de mis pequeños, tampoco a mí me lo hicisteis— a esta cabeza no nos unimos si no es por la caridad"
(Sermón 162A, 5).
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