Así, pues, para que los pies de esta Cabeza no incurriesen en el reato de la ley, fue enviado el Espíritu Santo, que proporcionase el amor y librase del temor. El temor no cumplía la ley, la cumplió el amor. Temieron los hombres y no la cumplieron, amaron y la cumplieron. ¿Cómo temieron y no la cumplieron y cómo amaron y la cumplieron? Temían y robaban las cosas ajenas; amaron y dieron las propias… A mí, que no veo el corazón, me bastaría. ¡Cuánto más le bastaría al Señor, que veía con qué entrañable amor decía Pedro: Te amo! Pero no se contenta el Señor con que le responda una vez. Le pregunta de nuevo, y Pedro responde otra vez: Te amo.Por tercera vez le interrogó, y entonces, entristeciéndose Pedro por parecerle como si dudase el Señor de su amor, le dice: Señor, tú sabes todas las cosas; tú sabes que te amo.El Señor obró de este modo con él como diciéndole: "Tres veces me negaste temiendo; amándome me has de confesar otras tantas". Con este amor y con esta caridad llenó a sus discípulos.
(Comentario al salmo 90, s.2, 8).
No hay comentarios:
Publicar un comentario