Imitar la mesa del pobre
"Hay otros que dejan el vino para irse tras otros licores extraídos del jugo de otras frutas, no por motivos de salud, sino por deleite, como si la cuaresma, en vez de ser tiempo de piadosa humillación, fuese ocasión de un nuevo placer. En el caso de que una enfermedad de estómago impidiese beber agua, ¿no sería más honesto usar con moderación el vino acostumbrado que buscar otros vinos que no conocen la vendimia ni el lagar, no por elegir una bebida más pura, sino por despreciar la más vulgar? ¿Hay cosa más absurda que procurar tantas exquisiteces a la carne precisamente en el tiempo en que debe ser mortificada con mayor intensidad, de forma que sea la misma gula la que no quiera que pase la cuaresma? ¿Hay actitud más incongruente que vivir en estos días de humillación, en que todos han de imitar la mesa del pobre, de tal manera que, en el caso de vivir así a diario, ni siquiera los ricos lo podrían soportar? Estad atentos, pues, amadísimos; pensad en lo que está escrito: no vayas tras tus concupiscencias, ¡cuánto más en estos días, en que resulta tan bochornoso conceder a nuestra pasión los placeres desacostumbrados, que hasta se reprende, con razón, a quien no modera los acostumbrados!” (Sermón 210, 11).
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