Llevaba la cruz

“Marchaba, pues, Jesús para el lugar donde debía ser crucificado, llevando su cruz. Extraordinario espectáculo: a los ojos de la impiedad, grande irrisión; a los ojos de la piedad, grande misterio; a los ojos de la impiedad, grande documento de ignominia; a los ojos de la piedad, firmísimo cimiento de la fe; a los ojos de la impiedad, la mofa de un rey que lleva por cetro el madero de su suplicio; a los ojos de la piedad, un rey que lleva, para en ella ser crucificado, la cruz que había de fijar en la frente de los reyes; en ella había de ser despreciado por los ojos de los impíos, y ella ha de ser la gloria del corazón de los santos, como diría después san Pablo: No quiero gloriarme sino en la cruz de Nuestro Señor Jesucristo. Él recomendaba su cruz llevándola sobre sus hombros; llevaba el candelabro de la lucerna encendida, que no debía ser puesta debajo del celemín. Llevando a cuestas la cruz, salió para el lugar llamado de la Calavera, en hebreo Gólgota, donde le crucificaron, y con Él a otros dos, uno a cada lado y Jesús en el medio. Según la narración de los otros evangelistas, estos dos con los cuales y en medio de los cuales fue crucificado Jesús eran dos ladrones, cumpliéndose así la profecía acerca de Jesús: y fue contado entre los malvados” (Comentario a Juan 117, 3).

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