Amantes de la piedad

"En cuanto me ha sido posible, he insistido, sobretodo, en que este es el tiempo de humillar el alma; y, aunque no sea necesaria mi amonestación, no puedo callar otra cosa, pensando en los errores de algunos hombres que, mediante engaños de palabras sin contenido y costumbres perversas, no cesan de hacer fatigosa nuestra preocupación por vosotros. Hay quienes durante la cuaresma manifiestan ser más amantes de los placeres que de la piedad; más que mortificar las antiguas pasiones, buscan nuevas exquisiteces. Con abundancia y costosas provisiones de diversos frutos intentan superar los sabores y variedades de cualesquiera otras viandas. Temen, como si fuesen inmundas, las ollas en que se cuece la carne, y no temen en la suya la lujuria y la gula. Ayunan, pero no para moderar con la templanza la voracidad acostumbrada, sino para aumentar, difiriendo el saciarlo, su apetito inmoderado. Pues, cuando llega el momento de la comida, se abalanzan sobre las opíparas mesas como las bestias sobre el pesebre. Con las abundantísimas viandas sepultan los corazones y ensanchan sus vientres, y con extrañas y artificiosas variedades de condimentos estimulan la gula por si la abundancia la tiene ahogada. Para acabar, es tal la cantidad de alimentos que toman, que no pueden digerirlos ni aún ayunando” (Sermón 210, 10).

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