La medicina para la soberbia
"Tal es nuestro ejemplo de humildad, medicina para nuestra soberbia. ¿Por qué te hinchas, oh hombre? ¿Por qué te extiendes, pellejo muerto? Pus fétido, ¿por qué te hinchas? Jadeas, te lamentas, te sofocas porque no sé quién te injurió. ¿En base a qué reclamas venganza? ¿Por qué la sed de ella te quema las fauces, hasta el punto que sólo desistes de ir tras ella cuando te hayas vengado de quien te hirió? Si eres cristiano, contempla a tu rey; que se vengue antes Cristo, pues aun no se ha vengado quien por ti padeció tantos males, a pesar de que su majestad es tal que podía o no haber padecido nada o haberse vengado al instante... Vomitad cuanto de deleitable os haya inoculado el mundo de las cosas temporales; aunque brame asperezas cosas terribles, despreciadlo. Quien se comporte así, no dude que se asocia a las huellas de Cristo, hasta poder decir, con razón, en compañía del apóstol Pablo: 'Nuestra vida está en los cielos'... Pero la virtud solamente podrá salir invicta si la caridad no es fingida. Quien derrama en nuestros corazones la caridad es quien nos da la verdadera virtud" (Sermón 304, 3-4).
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