“Así habla el mismo Señor de los profetas anteriores a su venida: Muchos profetas y justos quisieron ver lo que vosotros veis y no lo vieron. Advierte que aquellos hombres, llenos del Espíritu Santo hasta el punto de anunciar la venida de Cristo, deseaban, si les fuera posible, ver a quien estaba ya presente en la tierra. Razón por la que aquel Simeón difería el abandonar esta vida hasta ver nacido a aquel por quien fue creado el mundo. Y él ciertamente vio a la Palabra de Dios en la carne de un niño que aún no hablaba, aún no enseñaba, aún no se había constituido en maestro quien junto al Padre era ya maestro de los ángeles. Simeón, pues, lo vio, pero como niño aún sin habla; Juan, en cambio, cuando ya predicaba y eligió a sus discípulos. ¿Dónde? A la orilla del Jordán. Allí, en efecto, comenzó el magisterio de Cristo; allí se recomendó ya el futuro bautismo cristiano, puesto que se recibía un bautismo previo que preparaba el camino”
(Sermón 288, 2).
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