"Ha oído decir vuestra santidad con muchísima frecuencia, y lo sabe muy bien, que Juan el Bautista, cuanto más egregio entre los nacidos de mujer y más humilde en el conocimiento del Señor, fue tanto más merecedor de la amistad del Esposo, amante apasionado del Esposo, no de sí mismo. Buscaba siempre no su gloria, sino la de su Juez, a quien precedía como heraldo. A los antiguos profetas les fue concedido predecir lo futuro sobre Cristo, pero a éste mostrarlo con el dedo. Así como ignoraron a Cristo antes de su venida quienes se mostraron incrédulos a los profetas, del mismo modo lo ignoran quienes lo tienen a la vista. Primero vino oculto y humilde, y tanto más oculto, cuanto más humilde; pero menospreciaron los hombres por su soberbia la humildad de Cristo, clavaron en una cruz a su Salvador y lo convirtieron en su propio juez"
(Comentario al Evangelio de Juan 4, 1).
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