"Esto dice el Señor de Juan: El era una lámpara que arde y resplandece, y vosotros quisisteis regocijaros momentáneamente a su luz. ¿Qué dice, en cambio, el evangelista Juan de él? Hubo un hombre enviado por Dios cuyo nombre era Juan; él vino para ser testimonio, para dar testimonio de la luz; pero no era él la luz. ¿Quién? Juan Bautista. ¿Quién lo dice? Juan el evangelista: No era él la luz, pero vino para dar testimonio de la luz. Tú dices: «No era él la luz del mismo de quien dice la misma luz: Era una lámpara que ardía y resplandecía. Pero yo sé, dice, de qué luz estoy hablando; se en comparación de qué luz no es luz la lámpara.» Escucha lo que sigue: Existía la luz verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Juan no alumbra a todo hombre, sí Cristo. Juan reconoció que era una lámpara para que no lo apagase el viento de la soberbia. Una lámpara puede encenderse y apagarse. La Palabra de Dios no puede apagarse, pero sí la lámpara"
(Sermón 289, 4).
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