"Es un hecho que Cristo renuncia a la fuerza, a la manifestación fulgurante. Todo en él se hace desde una humildad misteriosa, desde un acomodamiento total a las exigencias de la naturaleza humana y a las condiciones de su pueblo. Inconsciente de lo que pasa a su alrededor, lo vemos inmóvil en un pesebre, envuelto en pañales y lloriqueando; la pobreza que manifiesta es digna de compasión. Pero si traspasamos un poco su humilde apariencia, descubriremos y contemplaremos su riqueza interior: Fue concebido en el seno virginal de una mujer, encerrado en las entrañas maternas. ¡Oh pobreza! Nace en un albergue reducido, es envuelto en pobres pañales. A continuación, el Señor del cielo y de la tierra, el Creador de los ángeles, el hacedor de las cosas visibles, mama, llora, se alimenta, crece, soporta la edad y oculta la majestad. Y por fin es apresado, despreciado, azotado, escupido, abofeteado, coronado de espinas, colgado de un madero y atravesado por una lanza. ¡Oh pobreza!"
(Sermón 14, 9).
No hay comentarios:
Publicar un comentario