"Si el pensamiento no confiase a la memoria lo que se refiere a las cosas realizadas en el tiempo, no quedaría ni rastro de ellas. Por eso, el pensamiento del hombre, al contemplar la verdad, confiesa al Señor; en cambio, el resto de su pensamiento que se encuentra en la memoria no cesa de celebrar en las fechas establecidas las solemnidades para que el pensamiento no sea tachado de ingrato… A quienes hizo doctos la realidad anunciada, no debe hacerlos irreligiosos el desertar de la solemnidad, que hizo célebre en el mundo entero a esta noche, que manifiesta la muchedumbre de los pueblos cristianos, que confunde las tinieblas de los judíos y echa por tierra los ídolos de los paganos"
(Sermón 220).
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