"Una vez que Cristo, nuestra Pascua, ha sido inmolado, celebremos este día de fiesta, como dice el Apóstol, no con levadura vieja o de maldad, sino con los panes ácimos de la sinceridad y de la verdad, de manera que la celebración cristiana manifieste como ya cumplido lo que la ley antigua anunciaba como futuro, y, viendo que ellos se quedaron en las sombras, nosotros nos alegremos de habernos adherido a la luz"
(Sermón 229 C, 1).
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