"Esta solemnidad tan grande y tan santa nos exhorta, amadísimos, a velar y a orar. En efecto, nuestra fe está en lucha contra la noche de este mundo a fin de evitar que nuestros ojos interiores se duerman en la noche del corazón. Para no caer en este mal oremos con las palabras leídas y digamos al Señor, nuestro Dios: Ilumina mis ojos para que nunca me duerma en la muerte, no sea que pueda decir mi enemigo: He prevalecido sobre él"
(Sermón 232 I).
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