"¿Cuál es esta noche, hermanos, en la que la Verdad no quiere que nos encontremos y en la que dice que se hallan los que duermen? ¿Y cuál es ese sueño del que nos aparta a los hijos de la luz y del día y en el que nos exhorta a no dormirnos? Sin duda alguna, no se trata de la noche que comienza con la puesta del sol y que termina con el resplandor de la aurora, sino de otra que empieza con la caída del hombre y acaba con la renovación del alma… Este sueño al que resistimos con nuestro velar recibe la muerte no culpable cuando se adormecen los sentidos; pero aquel otro sueño en que duerme el corazón de los infieles empuja a la muerte a los ojos interiores. Contra aquél oigamos: Vigilad y orad; contra éste digamos: Ilumina mis ojos para que nunca me duerma en la muerte. Teniendo estas antorchas, mantengámonos, pues, en vela solemne durante esta noche en lucha contra el sueño corporal; en cambio, contra el sueño del corazón debemos ser nosotros mismos antorchas encendidas en este mundo, como si nos halláramos en la noche"
(Sermón 223 K).
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