"El Apóstol nos exhortó a orar, y al mismo tiempo a velar, con estas palabras: Aplicaos a la oración velando en ella. El amor impuro, hermanos, obliga a permanecer en vela a quienes tiene dominados. El impúdico vela para destruir la virginidad; el maléfico, para hacer daño; el ebrio, para beber; el salteador, para matar; el pródigo, para derrochar; el avaro, para almacenar; el ladrón, para robar, y el pirata, para apresar… Pero a ellos les oprime un sueño del corazón tan profundo que les obliga a estar despiertos en la carne. Contra ese sueño se clama: Levántate tú que duermes y sal de entre los muertos, y te iluminará Cristo"
(Sermón 232 J).
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