“Corrieron ellos, entraron, vieron solamente las vendas, pero no el cuerpo, y creyeron no que había resucitado, sino que había desaparecido. Lo vieron ausente del sepulcro, creyeron que había sido sustraído y se fueron. La mujer se quedó allí y comenzó a buscar el cuerpo de Jesús con lágrimas y a llorar junto al sepulcro. Ellos, más fuertes por su sexo, pero con menor amor, se preocuparon menos. La mujer buscaba más insistentemente a Jesús, porque ella fue la primera que en el paraíso lo había perdido; como por ella había entrado la muerte, por eso buscaba más la vida. Y, sin embargo, ¿cómo la buscaba? Buscaba el cuerpo de un muerto, no la incorrupción del Dios vivo, pues tampoco ella creía que la causa de no estar el cuerpo en el sepulcro era que había resucitado el Señor. Entrando dentro, vio unos ángeles. Observad que los ángeles no se hicieron presentes a Pedro y a Juan, y sí, en cambio, a esta mujer. Lo que, amadísimos, se pone de relieve, porque el sexo más débil buscó más lo que, como dijimos, fue el primero en perder. Los ángeles la ven y le dicen: No está aquí, ha resucitado”
(Sermón 229 L, 1).
No hay comentarios:
Publicar un comentario