"La pasión y la resurrección del Señor nos muestran dos vidas: una, la que soportamos, y otra, la que deseamos. Quien se dignó soportar la primera en beneficio nuestro, tiene poder para otorgarnos la segunda. De esta forma nos mostró lo mucho que nos ama y quiso que confiáramos en que nos concedería sus propios bienes, puesto que quiso tener parte a nuestro lado en nuestros males. Nacimos nosotros, y nació él; como nosotros hemos de morir, también él murió. Son estas dos cosas que el hombre conocía bien en su vida: el comienzo y el fin, el nacer y el morir; conocía también que el nacimiento es el comienzo de las fatigas, y la muerte un viaje a lo desconocido. Estas dos cosas conocíamos: nacer y morir; es lo que abunda en nuestra región. Nuestra región es esta tierra; la región de los ángeles, el cielo. Nuestro Señor vino a esta región desde aquélla; vino a la región de la muerte desde la región de la vida; a la región de la fatiga, desde la región de la felicidad. Vino a traernos sus bienes y soportó pacientemente nuestros males"
(Sermón 229 E, 1).
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