“María buscaba su cuerpo para verlo; deseemos nosotros su Espíritu para comprenderlo. No me toques, pues aún no he subido a mi Padre. ¿Qué significa No me toques? No se pare ahí tu fe; no te quedes clavada en el hombre; hay algo superior que no comprendes. Me ves humilde en esta tierra, me tocas y permaneces en la tierra. Tócame más alto, cree que soy más excelso, cree en mí como en el Hijo unigénito igual al Padre; cuando hayas comprendido que soy igual a él, entonces habré ascendido al Padre para ti. Tocar con el corazón: he aquí en qué consiste el creer. En efecto, también aquella mujer que tocó la orla lo tocó con el corazón, porque creyó. Además, él sintió a la que lo tocaba y no sentía a la multitud que lo apretujaba. Alguien me ha tocado, dice el Señor: me tocó, creyó en mí. Y los discípulos, al no entender lo que significaba ese me tocó, le dijeron: ha multitud te apretuja y dices: «¿Quién me ha tocado?» ¿No sé yo lo que digo con estas palabras: Alguien me ha tocado? La multitud apretuja, la fe toca”
(Sermón 229 L, 2).
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