“Las lecturas evangélicas sobre la resurrección de nuestro Señor Jesucristo se leen de forma solemne y en cierto orden. Hoy hemos escuchado que Cristo el Señor mostró a sus discípulos la verdadera carne en que había padecido y resucitado. Le oían hablar, le veían presente, y, sin embargo, aún tenían que tocarle tras decirles él: Tocad, palpad, y ved que los espíritus no tienen carne ni huesos, como veis que yo tengo. Pero ellos, al verlo, dudaron y creyeron estar ante un espíritu, no ante un cuerpo. Quien aún piense que la resurrección del Señor no fue corporal, sino sólo espiritual, ¡que Dios le perdone, como perdonó también a sus apóstoles!; pero sólo si no se mantienen en el error y cambian de opinión, como también ellos lo oyeron y cambiaron. ¡Y cuan grande fue su benevolencia! No sólo se les mostró presente en su cuerpo, sino que también los robusteció con la verdad de la Sagrada Escritura”
(Sermón 229 I, 1).
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