“Suba, pues, Cristo para nosotros y toquémosle creyendo que es el Hijo de Dios, eterno y coeterno a él; que existe no desde que nació de la virgen María, sino desde siempre. También a nosotros nos hará eternos; no porque existamos desde siempre, sino porque existiremos por siempre. El es coeterno, igual al Padre, sin tiempo, anterior a todos los tiempos; él por quien fueron hechos todos los tiempos; es anterior al día, él el día del día que hizo el día. Creed esto de él y le habréis tocado. Tocadle de manera que os adhiráis a él; adherios a él de forma que nunca os separéis, antes bien permanezcáis en la divinidad con él, que murió por nosotros en la debilidad”
(Sermón 229 L, 2).
No hay comentarios:
Publicar un comentario