“Todavía se mantiene en pie y llora; aún no cree; pensaba que el Señor había desaparecido del sepulcro. Vio también a Jesús, pero no lo toma por quien era, sino por el hortelano; todavía exige el cuerpo del muerto. Si tú, le dice, lo has llevado, dime dónde lo has puesto, y yo lo llevaré. ¿Qué necesidad tienes de algo que no amas? «Dámelo», le dice. La que así le buscaba muerto, ¿cómo creyó que estaba vivo? A continuación, el Señor la llama por su nombre. María reconoció la voz, y volvió su mirada al Salvador y le responde ya sabiendo quién era: Rabí, que quiere decir «Señor»”
(Sermón 229 L, 1).
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