“Ved que los discípulos no sólo vieron a Cristo después de la resurrección, sino que también oyeron de su boca que, según la Sagrada Escritura, así tenía que suceder. Nosotros no hemos visto a Cristo presente en su carne, pero escuchamos a diario las Escrituras, con las que también ellos fueron fortalecidos. ¿Qué les dijo a propósito de las Escrituras? Que se predicase en su nombre la penitencia y el perdón de los pecados por todos los pueblos, comenzando por Jerusalén. Esto no lo veían los discípulos; sólo veían a Cristo, que hablaba de la Iglesia futura. Mas por la palabra de Cristo creían lo que no veían. Veían la cabeza, pero aún no el cuerpo; nosotros vemos el cuerpo, pero creemos lo que se refiere a la cabeza. Son dos: el esposo y la esposa, la cabeza y el cuerpo, Cristo y la Iglesia. Se manifestó personalmente a los discípulos y les prometió la Iglesia; a nosotros nos mostró la Iglesia y nos ordenó creer lo que se refiere a él”
(Sermón 229 I, 2).
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