"Pero vino nuestro Señor Jesucristo y, por así decir, se dirigió a nosotros: «¿Por qué teméis, ¡oh hombres!, a quienes creé y no abandoné? ¡Oh hombres!, la ruina vino de vosotros, la creación de mí; ¿por qué temíais, ¡oh hombres!, morir? Ved que muero yo, que sufro la pasión; no temáis lo que temíais, puesto que os muestro qué habéis de esperar.» Así lo hizo; nos mostró la resurrección para toda la eternidad; los evangelistas dejaron constancia de ella en sus escritos y los apóstoles la predicaron por el orbe de la tierra. La fe en su resurrección hizo que los mártires no temieran morir, y, sin embargo, temieron la muerte; pero mayor hubiese sido la muerte si hubieran temido morir, y por temor a la muerte hubieran negado a Cristo. ¿Qué otra cosa es negar a Cristo sino negar la vida? ¡Qué locura negar la vida por amor a la vida! La resurrección de Cristo marca los límites de nuestra fe"
(Sermón 229 H, 2).
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