El bautismo es tal cual es la persona por cuya autoridad se da, no cual la persona por cuyo ministerio se administra. El bautismo de Juan era como era Juan: bautismo santo, como era él; pero siempre de un hombre, que había recibido del Señor esta gracia, gracia tan grande como ser el precursor de su Juez, y de mostrarle con el dedo, y de realizar la voz de aquella profecía: Yo soy la voz del que clama en el desierto: preparad los caminos del Señor. El bautismo del Señor es como el Señor; luego es divino, porque el Señor es Dios
(Comentario al Evangelio de Juan 5, 6).
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