Este es la Palabra que existe en el principio antes del mundo; aquél es la voz que aparece al final, antes de la Palabra. La palabra sale después del entendimiento; la voz, después del silencio; así, María creyó al engendrar a Cristo, Zacarías enmudeció cuando iba a engendrar a Juan. Además, Cristo nació de una jovencita en la flor de la vida; Juan, de una anciana en declive: la palabra se multiplica en el corazón del que piensa, la voz se consume en el oído de quien la oye. Quizá se refieran también a esto las palabras: Conviene que él crezca y yo mengüe, pues todos los anuncios de la ley y los profetas enviados delante de Cristo, cual voz ante la palabra, llegan hasta Juan, en quien cesaron ya las últimas figuras; a partir de entonces fructifica y crece en todo el mundo la gracia del Evangelio y la predicación manifiesta del reino de los cielos, que no tendrá fin
(Sermón 293 C, 1).
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