Como era tan grande que hasta podía ser tomado por el Cristo, debió dar personalmente un testimonio en favor de Cristo. Aquel de quien da testimonio el hombre supremo es más que hombre. «No soy lo que pensáis. Es cierto que soy grande, y puede esto llevaros a pensar así, pero no soy lo que pensáis.» ¿Y quién eres tú?, se le preguntó. Yo soy la voz del que clama en el desierto: «Preparad el camino al Señor» Ved al precursor, recibid al que señala el camino, temed al juez. Preparad el camino al Señor, enderezad sus sendas; todo monte y colina se abajarán y todo valle se elevará; lo torcido se volverá derecho, lo áspero llano, y toda carne verá la salud de Dios. Verá no a mí, sino la salud de Dios. La lámpara da testimonio del día, puesto que el día es Cristo. ¿Qué es Juan? La lámpara. Mas ¿por qué era necesaria la lámpara? Porque el día estaba oculto; estaba oculto hasta el momento de manifestarse, puesto que no podría manifestarse de no estar oculto. Pues, si le hubiesen conocido, nunca hubiesen crucificado al rey de la gloria
(Sermón 293 D, 2).
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