En efecto, como dijo el mismo Cristo, entre los nacidos de mujer no ha surgido otro mayor que Juan Bautista. Si ningún hombre era mayor que éste, quien sea mayor que él es más que hombre. ¡Grandioso testimonio de Cristo acerca de sí mismo! Mas para los ojos legañosos y enfermos no es grande el testimonio que de sí da el día. Los ojos enfermos temen la luz del día, a la vez que soportan la de una lámpara… ¿Cómo han sido confundidos sus enemigos mediante esta lámpara? Examinemos el evangelio. Los judíos dijeron al Señor con ánimo de calumniar: ¿Con qué poder haces eso? Si tú eres el Cristo, dínoslo claramente. Buscaban no el creer en él, sino el poder acusarle; cómo tenderle asechanzas, no cómo verse liberados. Considerar lo que les respondió el que estaba viendo sus corazones, sirviéndose de la lámpara para confundirlos. También yo, les dijo, quiero haceros una pregunta. Decidme: el bautismo de Juan, ¿de dónde procede? ¿Del cielo o de los hombres?... Le respondieron: Lo desconocemos. Si lo desconocéis, estáis en las tinieblas, habéis perdido la luz. Si por casualidad las tinieblas se hallasen presentes en el corazón humano, ¡cuánto mejor sería dar acceso a la luz antes que perderla! Cuando respondieron: Lo desconocemos, les dijo el Señor: Tampoco yo os digo con qué poder hago esto. Pues sé con qué corazón habéis dicho: Lo desconocemos; no por deseos de ser instruidos, sino por temor a la confesión
(Sermón 293, 4).
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