“Juan es el siervo, Cristo el Señor. Diga Juan en qué medida: De quien no soy digno de desatar la correa del calzado. ¡Cuál no hubiera sido su humildad con sólo decir que era digno! Si una persona se halla de pie o sentada y tú le desatas la correa de su calzado, advierto que él es el señor y tú el siervo. Esto es poco, dice Juan; no soy digno ni siquiera de eso… Juan, en cambio, se mantuvo en pie y le escuchó. ¿Y cómo sigue? Y exulta de gozo ante la voz del esposo. El es la Palabra, yo la voz, dice Juan. Es la voz, y exulta de gozo ante la voz del esposo. Tú, en efecto, eres la voz, él la palabra; pero él es palabra y voz. ¿Por qué es el Señor palabra y voz? Porque la Palabra se hizo carne. La palabra que genera nuestro corazón está dentro, en nuestro corazón, y se oculta a quienes están fuera de nosotros, como se os oculta a vosotros lo que ahora voy a decir, pero no a mí; la palabra está ya en mi corazón; mas para llegar a vosotros se sirve de la voz, y llega hasta ti lo que estaba oculto en mí, sin que al llegar a ti se aparte de mí. Si así es la palabra humana, ¿cómo será la Palabra de Dios
(Sermón 293 D, 3).
No hay comentarios:
Publicar un comentario