(Comentario a Juan 118, 5).
La cruz de Cristo
“¿Qué diremos entonces de la misma cruz, que sin duda fue fabricada y destinada a Cristo por los enemigos y por los impíos? Sin embargo, a ella se aplica lo que dice el Apóstol: Cual sea la largura, la anchura, la altura y la profundidad. La anchura, en el palo trasversal, sobre el cual se extienden los brazos del Crucificado; y significa las obras buenas en la anchura de la caridad. La largura, desde el palo trasversal hasta la tierra, en la cual se fijan los pies y la espalda; significa la perseverancia a lo largo del tiempo hasta el fin. La altura, en el vértice, desde el palo trasversal hasta arriba, significa el fin sobrenatural, al que todas las obras deben dirigirse, porque todo cuanto a lo largo y a lo ancho se hace con perseverancia, debe hacerse por la altura de los premios divinos. La profundidad es la parte que está metida en la tierra: allí se oculta y no puede ser vista, pero de allí salen todas las partes que se ven y sobresalen, así como todos nuestros bienes proceden de la gracia de Dios, que no puede ser comprendida ni discernida. Y aun que la cruz de Cristo no tuviera otro significado que el señalado por el Apóstol: Quienes son de Jesucristo, tiene crucificada su carne con todas sus pasiones y concupiscencias, ¿no es este un bien extraordinario?“
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