"Oír la voz de alabanza es entender interiormente; es entender que todo lo que en ti hay de mal, procedente de los pecados, es tuyo, y lo que hay de bien, debido a la justificación, es de Dios. Así, pues, oye la voz de alabanza de tal suerte que no te alabes aun cuando seas bueno, porque, alabándote bueno, te haces malo. Te convertiste a Dios para ser iluminado, y por tu conversión te hiciste luminoso; te hiciste brillante por la conversión"
(Comentario al Salmo 25, 2, 11).
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