“Como dice el Apóstol, nuestro Señor Jesucristo murió por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. Su muerte es nuestra siembra, y su resurrección nuestro germinar. Su muerte, en efecto, significa la muerte de nuestra vida. Escucha al Apóstol al respecto: Hemos sido sepultados con Cristo por el bautismo para la muerte, para que como Cristo resucitó de entre los muertos, así también nosotros caminemos en la novedad de vida. El no tuvo nada que reparar en la cruz, puesto que subió a ella sin pecado alguno. Reparémonos nosotros en su cruz, clavando en ella el mal que hemos contraído, para poder ser justificados por su resurrección. Debéis distinguir las dos cosas: Fue entregado por nuestros pecados y resucitó para nuestra justificación. No dijo: Fue entregado para nuestra justificación y resucitó por nuestros delitos. Su entrega suena a pecado, y su resurrección a justicia. Muera, pues, el pecado y resucite la justicia”
(Sermón 236, 2)
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