Levantemos el corazón

“Levantemos, pues, el corazón, pero hacia el Señor: he aquí el refugio; levantemos el corazón, pero no hacia el Señor: he aquí la soberbia. Digámosle, pues, en cuanto resucitado: Porque tú eres, Señor, mi esperanza; en cuanto ascendido: Has puesto muy alto tu refugio. ¿Cómo podemos ser soberbios teniendo el corazón levantado hacía quien se hizo humilde por nosotros para que no continuásemos siendo soberbios?”
(Sermón 261, 1).

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