(Sermón 125, 9.11).
Arrímate a Dios
“Toda nuestra ocupación entonces no será sino alabar a Dios, como lo significa el aleluya que cantamos estos cincuenta días. Aleluya es alabanza de Dios … Y si Dios así lo quisiera, que lo que tienes vaya contigo hasta el fin, recibirás, desatado de las ligaduras que te atan a la vida, el denario quincuagenario, y entrarás en el disfrute de la beatitud perfecta para entonar el aleluya eterno. Retened en la memoria todo esto que os he dicho y os sirva para dar de lado al amor del siglo, cuya amistad es mala y engañosa y enemista con Dios… Arrímate, pues, a Dios; ése sí que no desmerece, porque no hay nada más hermoso. Si las cosas de acá aburren, es debido a su inestabilidad, pues no son ellas Dios”
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