Al tocarle lo reconoció

“Escuchasteis cómo a los que creen sin haber visto los alaba el Señor por encima de los que creen porque han visto y hasta han podido tocar. Cuando el Señor se apareció a sus discípulos, el apóstol Tomás estaba
ausente; habiéndole dicho ellos que Cristo había resucitado, les contestó: Si no meto mi mano en su costado, no creeré. ¿Qué hubiera pasado si el Señor hubiese resucitado sin las cicatrices? ¿O es que no
podía haber resucitado su carne sin que quedaran en ella rastros de las heridas? Lo podía; pero, si no hubiese conservado las cicatrices en su cuerpo, no hubiera sanado las heridas en nuestro corazón. Al
tocarle, lo reconoció. Le parecía poco el ver con los ojos; quería creer con los dedos”
(Sermón 145 A).

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